Legado

Una familia dedicada más de un siglo y medio a los calentitos

La Carolina, Jaén. Una noche de finales del siglo XIX, Miguel Ruíz, buñolero como su padre y lo fue su abuelo desde 1860, volvió a llevar la escalera para cumplir su sueño de amor con Ramona. El sereno había advertido al padre, quien le sorprendió escalando al balcón. Esa noche, mientras el padre y Miguel finalmente acordaban el matrimonio, ella se quedó dormida, aún no contaba 15 años de edad. 

Ramona aprendió el oficio y crió 6 hij@s, y tras la prematura muerte de su esposo esta matriarca se desplazó a 2 habitaciones en el Cortijo Maestro Escuela de Sevilla. Destacó en el gremio de buñoleros, formado en su mayoría por hombres, hasta que se jubiló a los 75 años de edad. 

Su hermano Julián también aprendió el oficio, y junto a su esposa María alquiló este local de la Puerta de la Carne que como todo puesto servía entonces para almacenar los útiles necesarios; peroles, anafes, bateas y materia prima, ya que siempre se trabajó en la puerta de la calle hasta que la aplicación de la normativa para la extracción de humos prohibió hacerlo en la vía pública.

Como en Sevilla a los churros se los llama “calentitos”, en la familia llamaban “calenteria” o “puesto de calentitos” a todos los locales o instalaciones provisionales. Por esa razón nosotros adoptamos en 1987 el nombre comercial de CALENTERÍA, siendo los primeros que en Sevilla llamamos así a éste tipo de negocio.

Los hij@s de Ramona; Carmen, Ana, Pepa, Adela, Sebastián, y Maria, sus nietos y demás allegados, formaron en torno a ella un clan gremial donde se agruparon, cónyuges, parientes, y otras familias.

Su hija Carmen, casada con Juan Gago, tuvo 5 hij@s; Remedios, Carmen, Miguel, y Juan, quienes fueron calenteros de por vida. Los dos últimos hicieron evolucionar la industria desde los antiguos buñuelos, pasando por la jeringa o molde hasta llegar a la maquinaria manual y finalmente mecanizada. 

Hasta los años 70 durante la Feria de Abril los buñoleros venían de Ronda. En los años 80 gracias a las máquinas modernas se impusieron los calentitos por su rápida elaboración.

Sirvan estas líneas modestas para rendir tributo agradecido a todas estas personas que nos dejaron este legado y pusieron su constante empeño en elaborar a diario el desayuno favorito de su distinguida clientela.